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Por lo que atañe al ritmo de tono, en el texto alternan versos con presencia relevante de incisos (como el segundo o el décimo v.gr;) con versos impausados (absolutamente todos los de los segundos subnúcleos). Obvio es que este contraste viene a reforzar el hiato entre la consideración de las miserias pasadas y presentes (expuestas sobre un ritmo más entrecortado y nervioso) y la apertura esperanzada hacia el futuro, a la que se alude, exclusivamente, en versos impausados, de entonación más fluida y reposada.
Especial reflexión merezca, tal vez, la pausa interna del segundo verso:
en sed // -salobre son de sombra fría– , y la del sexto:
de sangre, // engangrenado a sangre, fría,
La desigualdad de los segmentos a que da lugar cada una de ellas, llama la atención, primero, por el fuerte contraste -en cuya función no insistiremos- y, segundo, porque la gran longitud del segundo segmento hace descender mucho la entonación, io que resulta de gran eficacia para el tono grave y oscuro que se desprende de la sonoridad de ambos conjuntos en sus respectivos versos.
De nuevo, es obligado hacer un aparte con el tetradecasílabo. Su pausa de fin de verso aparece poco después de haber hecho otra en el endecasílabo previo, cuando los versos anteriores han acostumbrado a nuestro oído a espaciar más el paso de un verso al siguiente. Este contraste, este violento cambio de ritmo, pone de manifiesto, una vez más, el singular dinamismo de este tetradecasílabo, su papel especial en el poema desde cualquier punto de vista desde el que io consideremos.
La acción de los encabalgamientos también es muy significativa, pero la comentaremos más adelante.
En cuanto al ritmo de timbre, llama la atención el uso de rimas de las consideradas “pobres” en poesía culta. Por la facilidad para encontrar réplicas, el empleo del participio (en este caso, ado) en la rima suele tenerse, en principio, corno menoscabo.
Caso similar es el de la otra rima -ía-, pues es una terminación del imperfecto y del condicional, por la misma razón tenida en menos (aunque en este poema corresponda a un sustantivo -alegría- a un adjetivo fría- y a un posesivo -mía-). Cabe preguntarse: ¿por qué?
Ya hemos ido viendo cómo, en este poema, el uso de ciertas formas clásicas está atemperado por su empleo irregular. Es lo que indicábamos con el tratamiento dado por Blas de Otero a la sucesión de versos de una medida u otra o a los tipos r??tmicos de los endecasílabos. Parece como si estos detalles respondieran a esa propósito de acercamiento del poeta culto a la “mayoría” -no tan cuita, en general- con la que espera entrar en comunión haciéndose portavoz de sus anhelos. El poeta desea ensanchar, airear el reducto elitista de la literatura y, lejos del solipsismo, abrir la poesía para que pueda ser la voz de lo que, llanamente, podríamos llamar “el pueblo”.
Acaso esto responda, sólo parcialmente, a nuestra pregunta. Emplea una rima consonante, pero una rima sencilla; se trata, además, de una rima muy poco variada pues sólo alterna las terminaciones ado/ido, y, por añadidura, se permite, incluso, repetir las mismas palabras para algunas rimas fría y alegría). Por decirlo de manera conceptuosa, el poeta parece hacer alarde de que no hace alardes (esteticistas); nada de rimas malabares o exóticas: rimas comunes.
Sin embargo, como advertíamos, no pensamos que esta explicación, por sí sola, responda completamente a nuestra pregunta. Por ello añadiremos lo siguiente.
La reiteración de sólo dos rimas debemos considerarla una manifestación
parcial de un conjunto más amplio de fenómenos que caracterizan todo el texto.
Efectivamente, todo el poema sobresale por la recurrencia de series de
sonidos (aliteraciones, sílabas repetidas o similares, rimas en eco, derivaciones y juegos de palabras…). No hay una distribución de sonidos que el oído perciba como habitual, sino un continuo repiqueteo de series de sonidos repetidas que producen gran sensación de extrañeza y dificultan una lectura fluida de acuerdo
con los patrones normales.
El poema es casi una continua aliteración; una onomatopeya exasperada del dolor, de los tiempos duros vividos, y la expresión desgarrada de un deseo. La reiteración abrumadora de un reducido número de series de sonidos contribuye al tono obsesivo, angustioso, de los subnúcleos negativos del poema y es una de las responsables de la violencia e intensidad del conjunto del texto.
Creemos que la rima -por su pobreza, por su escasa variedad, por su monotonía- viene a completar este efecto.