Lección 29 Comentario de textos de poesía del Siglo de Oro

CURSO DE COMENTARIO DE TEXTOS DE POESÍA DE LA EDAD DE ORO

Lección 29


14.3.- Polifonía y voces del discurso.

 

La poesía de la que estamos hablando adopta con frecuencia una forma dialéctica, de diálogo del yo poético consigo mismo o con la naturaleza, o de diálogo con terceros. Hay una dramatización de la voz poética que, en parte, está relacionado con la condición racionalista de esta poesía renacentista y, en parte con su concepción idealista e incluso espiritual de la poesía.

El  diálogo es uno de los procedimientos retórico empleados para atrapar en los poemas los sentimientos por el patetismo que añaden a la expresión. De este modo es un recurso que se integra en el deseo que tiene esta poesía de conmover. Conectar con la sensibilidad del lector, lograr que su alma se emocione es una prueba de que la emoción ha quedado realmente fijada en el poema gracias al talento con el que el poeta domina todos los secretos de su arte.  La emoción es comunicable. El arte lo ha hecho posible. 

Garcilaso de la Vega haba en este poema con unas prendas (¿una cinta, unos cabellos?) que en su día le dio su amada, acto que él interpretó como una señal de esperanza que luego ha visto definitivamente frustrada. 

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algun día
con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevadme junto el mal que me dejastes;

si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.

 Como ya hemos señalado, el poema es una construcción racional del espíritu, una manifestación racional y material de la belleza ideal, y la razón es dialéctica en el sentido platónico: diálogo, controversia racional entre diversos puntos de vista. La dialéctica sólo puede desarrollarse mediante la confrontación de puntos de vista opuestos.

Los sentimientos, las emociones y las sensaciones son sometidos a un examen racional que suele desembocar en el diálogo como forma discursiva del poema renacentista o barroco.

También hemos apuntado ya que la estructura semántica de estos poema suele ser la de una afirmación y su demostración (que, según apuntamos puede materializarse de muy diversos modos: (causa-efecto, comparaciones, alegorías, presente-pasado…).

El soporte dramatizado, el diálogo, se usa con relativa frecuencia también como  estrategia de razonamiento emocional y poético y como pauta compositiva del poema.

Este diálogo, como hemos apuntado, puede ser simplemente una dramatización del propio yo poético que se “descompone” en partes para diseccionar sus sentimientos.  La sensación teatral queda acentuada porque muchas veces estos alter egos adquieren casi estatuto de personajes.

El yo poético puede hablar con su fuego, con su esperanza, con sus celos, con su tormento, con su corazón, con su alma, con sus ojos, con su poesía…
O puede hablar con los cabellos de la dama con una flor que tienen en el pelo, con su corazón, con su mirada…

Otras veces, el yo poético habla con un amigo, con un consejero, con algún personaje histórico  o con otro desdichado cuyo papel puede limitarse al de un testigo mudo que actúa de simple espejo de sus reflexiones y lamentos o ser un contrapunto del yo poético.

En ocasiones, todos esos elementos se convierten en enunciadores, nos hablan con voces distintas a la del yo poético o el yo poético nos da a conocer indirectamente su  discurso.

A veces, también, este mismo fenómeno da lugar a poemas o  a pasajes narrativos en las que conocemos acontecimientos protagonizados por  esos personajes.

En otros poemas, también de corte narrativo, los personajes del relato -figuras mitológicas, personajes históricos o simples personajes literarios creados por el poeta- pueden protagonizar una historia cuya conclusión que se proyecta alegórica sobre el propio yo poético.

 

Con alguna frecuencia también nos podemos encontrar poemas ejemplarizantes en los que la conclusión de lo expuesto en el poma se dirige al lector o a un público ficticio alocutorio que pueden ser los otros amantes desdichados, los demás mortales…..

 Leamos este poema de Juan de Tassis , Conde de Villamediana en el que podemos apreciar algunas de estas observaciones: 

Esta flecha de amor con que atraviesa
de parte a parte el corazón rendido,
de tan gloriosa causa ha procedido,
que me siento morir, y no me pesa.

Ya el alma en su tormento no confiesa
sino su cautiverio apetecido,
pues con aprobación de mi sentido
funda su libertad en estar presa.

Ver, adorar, morir, fue todo junto,
dando, con sólo veros, mi tormento
forzosa causa a su mortal estado.

Porque a tan gran peligro basta un punto,
y a la luz de sus ojos un momento,
para dejar sin vida a un desdichado.

 Una lectura superficial quizá nos hubiera producido la impresión de que  se trata de un poema lírico típico en el que un yo poético ha expresado en primera persona unos sentimientos.

Sin embargo, un examen más detenido de las voces del discurso nos revela una gran complejidad polifónica.

El locutor, el que habla en el texto y nos lo transmite es un yo constante a lo largo de todo el poema, sí, pero que, para llevar a cabo ese proceso de examen racional de las emociones,  se desdobla, crea personajes que son metonimias de sí mismo de los que habla en tercera persona relatándonos cosas de ellos o refiriéndonos diálogos y reflexiones que ha tenido con ellos: su alma, su tormento.

Ya el alma en su tormento no confiesa
sino su cautiverio apetecido,
pues con aprobación de mi sentido
funda su libertad en estar presa.

El alocutorio el destinatario  (distinto del receptor lector) a quien se dirige el locutor en el texto, va cambiando.

En el primer cuarteto podría ser simplemente el propio poeta, hablando consigo mismo el alocutorio. Pero inmediatamente el ángulo de la reflexión se amplía. En el segundo cuarteto hay un desdoblamiento (alma). En el primer terceto se dirige explícitamente a la dama: 

dando, con sólo veros, mi tormento

En el último terceto sin embargo, se distancia de nuevo de la dama y el alocutorio parece ser el público en general, todos los que leemos su advertencia:

y a la luz de sus ojos un momento,
para dejar sin vida a un desdichado

 En definitiva, solemos asistir  en la poesía de estos siglos, a un despliegue de recursos polifónicos que rebasan la simple expresión directa de un yo poético. Es frecuente que, al adoptar la forma de un diálogo  de una narración, en el poema aparezcan otros actantes como la propia amada, un amigo, un confidente, etc.

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