Lección 30 Comentario de textos de poesía del Siglo de Oro

CURSO DE COMENTARIO DE TEXTOS DE POESÍA DE LA EDAD DE ORO

Lección 30

 


14.4.-  Punto de vista, empatía y modalización.


Cuando la poesía es lírica  suele estar dominada por  el punto de vista del  yo poético, por una modalización subjetiva absoluta que, sin embargo, como hemos dicho, busca canalizarse en moldes expresivos racionales y de validez universal. Cuando el tema es metafísico el planteamiento de fondo es el mismo: el poema pretende ser un razonamiento poético, una parte de la verdad absoluta hecha belleza. Por tanto busca ser la  expresión individual de de una emoción y unos pensamientos de alcance universal y asistimos al mismo predominio de la subjetividad.

El propósito de esta poesía es sacudir al lector, emocionarlo. Como hace el amor con el enamorado a través de los ojos de la amada, la poesía se propone herir la espiritualidad del lector, busca su catarsis, la reproducción en su alma de la emoción que el poeta ha dejado atrapada en el poema para siempre.

Toda la Retórica, toda la Poética que hay detrás de esta poesía está al servicio de esa comunicación de sentimientos ideales. Las emociones fijadas para siempre en el poema,  por sus formas materiales y por las leyes racionales del arte, se reproducen en el alma del lector

Así pues, la poesía también ennoblece al lector; también en él activa la parte más espiritual de su ser. Con sus retos, la poesía estimula el intelecto del lector; con sus sentencias y su armonía, despierta las emociones dormidas en su alma.

Como hemos señalado, todo eso se consigue, en el caso de la poesía superior, la lírica y la metafísica, desde una perspectiva de absoluta subjetividad. Sólo el poeta que arriesga el fondo de su alma en el poema (y en la lucha por dominarlo) puede conseguir trasladar al papel su emoción y dejarla ahí al alcance de la sensibilidad del buen lector. Todo esto responde al carácter idealista de esta poesía. El poder de la poesía es enorme; como hemos dicho,  hace visible, materializa lo espiritual. Es un poder como el de Tirso en este poema del Conde de Villamediana. Los ríos que se precipitan desde la imponente montaña, se conmueven y paralizan al escuchar su canto (el subrayado es nuestro): 

Esta verde eminencia, esta montaña
madre de tanto argento fugitivo,
de venusta deidad quizás festivo
teatro, honor fue ya de la campaña.

Esta, pues, con amargo llanto baña      
Tirso, al remedio muerto, al dolor vivo,              
 cuando las ansias de un dolor esquivo 
con dulcísimos números engaña.                      

Las aguas, a su acento detenidas,        
hermosas mayas en conforme coro 
de corona le sirven animada;                

suspensas unas, otras condolidas,                     
tanto en métrica puede lira de oro
bien sentida pasión, bien escuchada.

La subjetividad del poeta busca, pues, la complicidad del lector, su buen escuchar, para hacer realidad, mediante la comunicación de la emociones, una comunidad ideal -virtual- de hombres sensibles y nobles; aspecto que refuerza la propuesta idealista de esta poesía.

 Eso no quita que el poeta pueda tratar temas, alejados de su experiencia íntima. El poeta no siempre está hablando de sí mismo o de su visión del mundo. Dentro de ese contexto que hemos señalado de incipiente aburguesamiento con algunos restos del antiguo espíritu aristocrático, también utiliza la poesía  -un don que enaltece su persona- en sus relaciones sociales: para lucirse en ocasiones señaladas, para participar en la vida cultural, para homenajear a una dama, para halagar a un noble, para amenizar una reunión social, para asistir a un nacimiento o a una boda o a un entierro…

No hay que ver en esto, ni mucho menos, una concepción frívola de la literatura ni una relación despersonalizada con ella. Poetas o poetastros frívolos e impersonales había, por supuesto, como ocurre en cualquier época.
Al contrario, es una señal de la vivencia sincera de la poesía como una cualidad que adorna y ennoblece e l alma y de la cual el poeta hace gala en cuanto la ocasión lo merece, adaptándose al registro poético de cada caso.

En este sentido, son característicos de esta época por ejemplo, los poemas de encargo, los poemas de ocasión o de circunstancias (una fiesta, un acto público, una celebración real, un juego entre poetas…) .

Por otro lado, otras veces,  un personaje mitológico, alegórico o una de esas metonimias que suelen representan   al yo poético toman la voz y nos refieren el discurso ellos mismos. También puede ocurrir que un narrador en tercera persona nos refiera una historia relacionada o no con el yo poético o que se adopte una actitud aparentemente impersonal , para describir la naturaleza en el género bucólico, por ejemplo.

Lógicamente, cuando se producen desdoblamientos como esos de los que hemos hablado, el locutor adopta el punto de vista de cada enunciador o personaje cuando éstos hablan en primera persona. En caso contrario, nos ofrece su discurso referido o reportado en tercera persona.

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