CURSO DE COMENTARIO DE TEXTOS DE POESÍA DE LA EDAD DE ORO
Lección 22
12.4.- LOS RECURSOS LÉXICO-SEMÁNTICOS
Las metáforas en su mayoría son convencionales. Las toman de la tradición clasicista y las reelaboran en mayor o menor medida según los casos. La imaginería característica de Petrarca se convirtió en la base del lenguaje metafórico convencional, junto a la herencia propiamente clásica. En parte persiste hasta nuestros días: los labios rojos como el clavel o el rubí, los dientes como perlas, los cabellos como el oro, etc.
Los primeros renacentistas, como Garcilaso, no suelen emplear metáforas audaces o arriesgadas. En el Barroco serán mucho más frecuentes los “atrevimientos” en este sentido, aunque más que idear nuevas metáforas, lo que hacen los poetas barrocos es retorcer, desarrollar hasta el punto más extremo o presentar de maneras inusitadas metáforas tradicionales. En realidad, se puede decir que en todos los recursos observamos este mismo fenómeno.
La adjetivación es también, en esencia, la propia de la tradición que se recibe, tópica y repetitiva; poco variada, pero eficaz por el uso adecuado que hace de ella, dado que se suelen escoger las cualidades más representativas para aludir al ser ideal de cada cosa. De ahí la presencia característica del epíteto: las cosas aparacen “no como son, sino como deberían ser”, es decir, idealizadas, reducidas a la esencia abstracta de su ser.
La sensualidad renacentista está muy tamizada por el filtro de la razón. No es un objetivo central en sí misma, sino que forma parte de un conjunto explicativo de la realidad de carácter racionalista e idealizante. Como en ese sistema teórico la sensualidad no es más que el reflejo o indicador de realidades más altas, puras y espirituales, no es una sensualidad descarnada y directa, sino idealizada y contenida. Por ello, la adjetivación, por lo general, no es muy recargada, salvo descripciones concretas de la naturaleza o de la belleza física de la mujer.
En los casos de recargamiento, éste suele limitarse a la acumulación de epítetos junto a los sustantivos claves (este es el sencillo procedimiento, v.gr; por el que se construyen muchos de los locus amoenus de la época). También es frecuente el procedimiento de acompañar a un sustantivo con dos adjetivos, pero como suelen ser preferentemente abstractos o referidos a cualidades sensibles tópicas, su presencia no entorpece el tono idealizado que con carácter general domina en estos poemas.
El Barroco será más profuso en la adjetivación y más arriegasdo en las metáforas. Se retorcerán las tradicionales hasta volverlas en ocasiones casi irreconocibles y llegar a la genialidad o la artificiosidad. Pero también se atreverán a buscar nuevas metáforas en nuevas fuentes de inspiración, aunque este, en realidad, no sea el método más frecuente.
Es característico también el uso de la metonimia tópica. Así, nos encontramos con el “leño” que metonímicamente (la materia por el objeto) representa al barco (generalmente de los comerciantes); el “acero”, por la espada o el propio valor del hombre; la “pluma”, por la escritura o la creación literaria; “corazón” por sentimientos, etc.
La mitología clásica tiene una presencia notable en esta poesía. Son lo que se llama “alusiones mitológicas”. A veces la referencia al mito es tan indirecta o compleja que se convierte en perífrasis (mitológica).
En cuanto a otros recursos léxico-semánticos, abundan en Petrarca esas mismas alusiones sutiles, y los juegos de palabras, las agudezas y opósitos (ya había cierto conceptismo en Petrarca). Este tipo de recursos serán, pues, de empleo frecuente, sobre todo a medida que nos acercamos al Barroco.
Aunque su uso será intensificado en el Barroco, el cultismo se emplea desde el principio. Se considera un procedimiento muy eficaz para enriquecer la lengua romance y ponerla en camino de equipararse al latín.
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