Mi Cien años de soledad

CIEN AÑOS DE SOLEDAD.

Tiredness

(Foto de lux & pixel )

Nuestro amigo José quería alguna idea  para el comentario de la obra. No me veo con ánimo de hacer un comentario estructurado. Pero puedo resumir lo que yo entiendo de la obra más  o menos; como yo la veo en el fondo.

Como muchas grandes novelas hispanoamericanas  creo que tiene un fondo cervantino. Es difícil en castellano, parece, saber escribir y no volver a escribir el Quijote.
Cervantes  ironiza entristecido pero con bondad sobrehumana sobre el entusiasmo humano.
Fruto de su aislamiento y soledad,  la cómica y enternecedora ingenuidad con la que reciben en Macondo las anacrónicas novedades como el hielo,  recuerda esa ironía cervantina. Se entusiasman por bagatelas.
En García Márquez, la ironía toma forma de hipérbole. La exageración que hace único su estilo es irónica. En dos sentidos.
Las personas, como los Buendía, derrochan en vano su entusiasmo sobre mil y un manías o disparates. La infelicidad y la muerte son su destino y su única realidad. El autor nos contagia a través del humor la emoción por ese desvalido entusiasmo. Mediante el tono humorístico un García Márquez jovial bromea cordialmente sobre sus congéneres.

Pero otro García Márquez, más sombrío y fatalista lo reduce todo a vanidad.
Por este extremo asoma la otra cara de la ironía de García Márquez. Estamos condenados a la nada, a la muerte.
Pero no estamos predestinados a ser infelices. La ironía ácida -nada cervantina- es que somos infelices por culpa nuestra. La soledad es el desamor, la incapacidad de vivir sencillamente para amar. El incesto como pecado original es  eso. La incapacidad de amar de verdad, de darse al otro. El aislamiento de Macondo, la incomunicación (el mundo aparte) en la que viven tantos componentes de la familia, la soledad que desde el título domina la novela es eso: la incapacidad de vivir para amar.
García Márquez enlaza esa idea con el propio ser colombiano y con el destino de Hispanoamérica toda, pero, en definitiva, todo tienen su fondo en una desengañada reflexión sobre la condición humana.
Aquí está, por tanto, el tono personal de  García Márquez. La obra es fundamentalmente pesimista. Quizá algo librescamente pesimista y puede que  García Márquez quiera reparar eso con un ejercicio de sinceridad consigo mismo en El amor en los tiempos del cólera; novela, que parece querer mostrar el alma auténtica del autor, su verdadero estado de ánimo frente a la vida, pero que, desde el punto de vista literario, resulta  inferior precisamente por lo forzado o inverosímil, en lo fundamental, del optimismo un tanto gesticulante que desborda.

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