Comentario de texto

El mejor poema de amor de todos los tiempos

El mejor poema de amor de todos los tiempos

Ando aquí un poco aburrido preparando todo el material de la web -que tardará casi un año en estar como para ser visto, seguro- y se me ha ocurrido hablar de los poemas de amor.

Hace tiempo que no traemos aquí una buena poesía de amor.

Así que la idea es, ¿cuál es para ti el mejor poema de amor? ¿Cuál es tu favorito, tu preferido?

Postea tu poesía de amor favorita y la más “votada” y alguna otra la podríamos comentar, ¡Pruébalo!
Ya sabemos que “mejor” es un término quizá  carece de valor en literatura, pero ya nos entendemos.

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Bueno, volviendo sobre esto pasados unos días, aparte de algunas poesías de amor que, seguro, a muchos se nos ocurriría considerar como las mejores de todos los tiempos, por mi parte voy a recordar algunos que tratan de amor, al fin y al cabo, pero no del típico entre de amantes, por así decirlo.

En primer lugar, un poema de César Vallejo que para mí es lo más tierno que se ha escrito nunca; es algo así como el Quijote en verso, pues el mensaje de fondo de Cervantes es muy similar.
Creo que no hay un poema de amor (o no) mejor que este. Dicho de este modo queda espacio para muchas otras poesías de las que se podría decir lo mismo: que mejores no los hay.

Poema de César Vallejo

Considerando en frío, imparcialmente…

Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio morir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa…

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona…

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza
en la cabeza…

Examinando, en fin,

sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz,
borrándolo…

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma,
indiferente…

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito…

le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado…Emocionado…

En segundo lugar, a mí también me hermoso y estremecedor este…

Soneto de Antonio Machado

Esta luz de Sevilla… Es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho. —La alta frente,
la breve mosca, y el bigote lacio—.
Mi padre, aun joven. Lee, escribe, hojea
sus libros y medita. Se levanta ;
va hacia la puerta del jardín. Pasea.
A veces habla solo, a veces canta.
Sus grandes ojos de mirar inquieto
ahora vagar parecen, sin objeto
donde puedan posar, en el vacío.
Ya escapan de su ayer a su mañana ;
ya miran en el tiempo, ¡padre mío !,
piadosamente mi cabeza cana.

 

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